martes, 13 de noviembre de 2012

Yo no voy a despedirme cuando se ponga el Sol, te lo prometo.

Sé que me quedan muchas cosas por vivir todavía, pero tambien sé y estoy segura de que quiero que sean a tu lado. Porque te quiero, y ahora lo tengo más claro que nunca. 
Te quiero desde la primera vez que te vi con los ojos cerrados, sintiendo como por cada milésima de segundo que pasaba, te ibas haciendo más enorme ante los ojos de los demás, escuchando la melodía que tú mismo sacabas de esa acústica marrón y negra que tantísimas veces me ha hecho volar por encima de cualquier universo, haciéndome infinita junto a ellos, acompañada de aquella voz que reclamaba libertad por cada uno de los tonos que tu garganta pronunciaba. Mimando suavemente con la yema de los dedos sus seis cuerdas, acariciándolas, queriéndolas.
Sonaba de tus labios "Nowhere man", de The Beatles, y supe que esa melodía me acompañaría durante toda la eternidad, aunque no fuera a tu lado.
Ese día me di cuenta de que te quería porque, por esos 151 segundos que duró la canción, deseé ser guitarra. Te quiero porque no solo amas la música, sino porque de cada poro de tu piel sale música, porque con el paso de los años te has convertido en música. 
Por eso, acostumbrada a que me dediquen la misma pregunta de siempre, ese "¿Por qué te gusta?" o "¿Qué le ves de diferente a los demás aparte de ese sombrero negro que debe estar ya gastado de llevarlo puesto siempre?", yo me limito a agachar la cabeza, suspirar, sonreír, y callar. Porque en el fondo tengo miedo de contarle todo esto a alguien y que también se enamore de ti. Y como dice nuestro gran Bob Dylan, "la respuesta está soplando en el viento..."

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