martes, 30 de abril de 2013

"Eres, y seguirás siendo en mi memoria, lo más hermoso que me ha pasado en la vida. Me doy cuenta de cuánto te amo al escribirte estas palabras. De todas formas, estás aquí, siempre estarás aquí. Sé que, en alguna parte, respiras, y eso ya es mucho."

"Nunca he visto nada como sus ojos. Su mirada, sus secretos escondidos tras ese brillo, esa mirada rebelde que desafía la moral y el sistema. Esa mirada que grita amor, subversión, pasión y liberación."

No me faltes. No dejes nunca de hacerme soñar, de hacerme volar por miles de Universos diferentes en los que no hay más estrellas que las que se enredan entre tus rizos. Esa mítica guitarra... la libertad suprema, el amor supremo, los sentimientos supremos que solo tú y ella me hacéis sentir cuando os fundís en un solo ser. Es extraño sentir todo esto, ¿me equivoco? Es complicado expresarlo en un puñado de palabras. Quiero que seas tú porque todo lo demás me hace daño.

Me gustaría encontrarte. Toparme contigo de golpe, algún día. No me importaría cuál ni en qué situación. Un día como otro cualquiera. Encontrarme contigo frente a frente, mirarte, y no solo mirarte sino también verte, contemplarte. Me gustaría ver como eres tú mismo cuando nadie puede juzgarte. Me gustaría cerrar los ojos. Cerrarlos durante un instante y que al abrirlos, ahí estés tú, como si de magia se tratase, como si esa magia que te envuelve hubiese salido de ti para contaminarme. Y entonces, justo entonces, solo sonreír, y tener la tranquilidad de que, aunque solo sea por un momento, por un solo suspiro, estás aquí. Y te tengo.

Te amo sin saber cómo, ni cuándo, ni dónde.



"NO HAY MEJOR LUGAR QUE ENTRE LAS NUBES DE TU PELO PARA REMOVER LAS DROGAS CON LOS VERSOS."

Nuestra respiración entrecortada era el único sonido que mató la tranquilidad de esas noches de verano, esas en las que dejamos de ser dos para convertirnos en uno. Recuerdo que me dolían los labios de tanto besarte y el alma de sentirme tan libre entre tus brazos. Te dejabas la piel y la garganta en cada verso que me dedicabas mientras acariciabas tu guitarra casi con tanta delicadeza como lo habías hecho con mi cuerpo minutos antes. ¿Y quién nos iba a decir cuáles eran las normas si nunca hemos hecho otra cosa que saltárnoslas? Si nos acostumbramos tanto a huir del amor haciéndolo en la cama desgastada de ese hotel que se nos olvidó la tan sonada promesa de "solo sexo". Tampoco puedo fingir que no te echo de menos y que no te he pensado mientras pruebo otras lenguas. Sé que nuestro quejido en vis a vis y esa mariposa tatuada que se escapó de tu brazo para removerme las costillas fueron lo que provocó el desastre en el que ahora me encuentro y aunque me intente convencer a mí misma a conciencia de que ojalá esto no hubiera ocurrido nunca, si pudiera volver otra vez hacia atrás repetiría mil veces todo lo que hemos pasado. ¿Cómo olvidar aquellas veces en las que te regañaba por fumar mientras te quitaba el cigarro de la boca para darle yo las últimas caladas? Tú sonreías y yo dibujaba tus canciones con humo en el aire, al menos lo intentaba. Eras veneno en mi piel y en mis venas. Y lo peor es que lo sigues siendo a pesar de todo.

"Ella todavía estaba en la cama, tranquila, improvisada. Ella amaba... estaba amando previamente al hombre que un día iba a amar. Quién sabe, eso a veces sucedía, y sin culpas ni dolores para ninguno de los dos. Allí estaba, en la cama, pensando, pensando, casi riendo. Pensando, pensando. ¿En qué? No lo sabía. Y así se dejó estar..."